
¿Puedo hablar en primera persona? ¿Lo merezco? Por si acaso, lo explicaré en tercera persona. Como todos sabemos, los friquis dominarán el mundo. Como no todos saben, eso no es una broma. Es alentador saber que los friquis existen, que siguen existiendo, que seguirán existiendo.
Es alentador que en un mundo de codicia y de instintos desatados y necios, exista gente genuinamente dedicada al hedonismo intelectual. El freak no suele tener vida sexual, es cierto. Preguntadle a cualquier gurú, a cualquier conocedor de las doctrinas espirituales de cualquier lugar del mundo, y, en términos generales, todos coincidirán en dos cosas: una, que los ciudadanos de Occidente viven encerrados en una rutina de hábitos mecánicos, y dos, que la raíz de la mecanicidad es el impulso sexual. A menudo el freak vive liberado, en medida de lo posible, de esa cadena, de toda la espiral dislocada y disparatada que emerge de lo que simplemente es un mete-saca al que se le da un valor social propio del chimpancé y de otros hermanos nuestros primates. El concepto de macho alfa, de orangután entre los hombres, necesita asimismo de una hembra supeditada para cobrar sentido. Una hembra cuyo cometido es aparearse con y parir nuevos machos alfa. Pero el ser humano goza de un estado nuevo en el reino animal, de la conciencia de sí, del espíritu, el mundo interior, la vida espiritual. En ella, lo masculino y lo femenino sólo pueden entenderse como cualquier dualidad esencial humana; tal vez sea ésta, de hecho, la primigenia y arquetípica dualidad humana. ¿De qué dualidad hablo? Del yin y el yang, my friend. Pero vivimos en una dualidad que nos interpreta como animales, entre los cuales el macho es el eje y la hembra su origen y su destino, pero no es nada en sí misma. Lo cual es innatural, porque lo natural en un ser espiritual es reconocer la dualidad espontánea en lugar de fabricar una idea y responder a ella ciegamente.
¿Recordáis la historia del experimento con los monos, la escalera, la banana y el chorro de agua? Por si acaso, os la refresco. Dicen (yo creo que no es cierto, pero no importa, porque la historia es igualmente iluminadora) que se realizó un experimento, en el cual se dispuso una escalera con una banana en lo alto en una sala donde se agrupó a varios primates para que convivieran en plan Gran Hermano. Si la banana era desplazada de su lugar por alguno de ellos, un chorro de agua importunaba a todos los demás. Lo que sucedía era que, conscientes de ello, los monos no permitían que ninguno subiera las escaleras, para evitar ser molestados por el agua. Entonces, se sustituía a un miembro de la comunidad por otro nuevo. El recién llegado, inocente, intentaba acceder a la banana, pero era detenido por el resto de la comunidad, y además, según cuentan, de un modo bastante expeditivo y violento. Sucesivamente, se iban sustituyendo a todos los miembros por otros nuevos. Cuando el último mono fue sustituido, fue desactivado también el mecanismo que relacionaba la toma de la banana con el chorro de agua. Pero, de todos modos, el acceso continuaba a la banana continuaba siendo un tabú. Ninguno de los miembros sabía por qué. Simplemente aprendieron que la comunidad funcionaba así y se limitaron a reproducir este comportamiento. Y eso es lo que sucede con el patrón sexual patriarcal, o machista, como se quiera llamar. Nos identificamos con los animales salvajes, y a su naturalidad espontánea le imponemos el corsé de nuestras estructuras mentales.
Cuando la sociedad global humana evolucione, el día que el mono sea mono y el humano sea humano, que el hombre identificado con el mono sea una irrisión o una vergüenza dolorosa para el espíritu humano, entonces, los freaks dominarán el mundo, y demostrarán que el hedonismo intelectual no es sino la más sofisticada de las conductas del reino animal y probablemente de todo el cosmos, y que su dolorosa renuncia a la sexualidad, paralelamente a su marginación, es una demostración de poder, y de superioridad.
Puede decirse, entonces, que el freak es un genio: vive adelantado a su tiempo; a costa de un enorme sacrificio, cultiva su espíritu en un mundo regido por las leyes del instinto animal. Y lo hace del modo más legítimo; sin un fin productivo: simplemente, fluye, persiguiendo el goce estético de la inteligencia. ¿Por qué, entonces, habiendo tantos friquis, hay tan pocos genios? Porque el genio, realmente, necesita ser doblemente genio: en primer lugar, ser un freak, y en segundo, a pesar de ello, ser capaz de intervenir efectivamente en un entorno que repele el talento y la inteligencia. Nuestros genios son doblemente genios. Y, nuestros friquis, son los genios, los adalides del futuro, quienes viven con su reloj biológico cinco minutos adelantado al resto de la humanidad, esperando a que ésta despierte, para dominarla.