Archive for the 'Misivas al Padre Carras' Category

15
Oct
09

Going nowhere

When people run in circles its a very,very mad world

Gretchen Ross: ¿Y, si pudieras viajar atrás en el tiempo, no cogerías todas las horas de dolor y tristeza y las cambiarías por algo mejor?
Donnie Darko: ¿Como imágenes, por ejemplo?
Gretchen Ross: Sí, como una puesta de sol hawaiana o el Gran Cañón; cosas que te recuerden lo bonito que es el mundo.

Sería maravilloso si pudiera viajar al pasado y cambiar todas las horas de dolor y tristeza por algo mejor. Pero, por más que lo intento, siempre que viajo atrás en el tiempo sólo consigo cambiar las cosas que me recordaban lo bonito que es el mundo por dolor y tristeza.

¿Alguien sabe viajar al presente? ¿A alguien se le ocurre algún sitio al que merezca la pena llegar, en un futuro, en este mundo de locos?

No es ningún síntoma de inteligencia adaptarse a una sociedad como la actual, profundamente enferma

Claudio Naranjo

Bienaventurados sean los locos -los ascetas y los proscritos- porque ellos tienen acceso al sentido de las cosas y, por consiguiente, a la lucidez, en tanto que los cuerdos de un mundo de locos, se empeñan en renunciar al sentido profundo de la realidad y a la inmensidad del cosmos para darse de cabezazos como sonámbulos contra las paredes toscamente acolchadas de un reducto cuya vida darían por conservar.

En general, la actitud que tienen las culturas primitivas frente a la psicosis es un poco como en la Edad Media: el loco es santo, es alguien que tiene contacto con algo muy respetable. Se lo manda a la selva: que se retire, que viva su locura hasta que salga de ella, porque se piensa que la psicosis es una cosa que tiene su recorrido y que se sale de ella -si no se la interfiere como nosotros, que le tenemos tanto miedo-. Gran parte del fenómeno psicótico está hecho del miedo a la psicosis: es un estar atragantado entre dos mundos, no ser capaz de afrontar el abismo o las verdades últimas de la existencia, estar allí cogido en un mundo que no es nada, en un limbo entre vivencias profundas y la insuficiencia de lo cotidiano.

Claudio Naranjo

27
Dic
08

Canciones

Algunas canciones son para uno como el jilguero entre las ramas, el estanque entre las rocas o el sol entre las nubes. Como esos pensamientos de simultaneidad, en los que uno siente no con envidia sino con alivio que en alguna parte del mundo hay un bebé que nace entre sonrisas, un joven derrotado que levanta el puño con fuerza, una pareja de enamorados; en fin, todas esas cosas con las que empieza la película Amélie, ese conocimiento disgregado y sincrónico que constituye nuestra cultura. Algunas canciones nos consuelan por el solo hecho de existir, porque el mundo conoce nuestro sentimiento, porque nuestro sentimiento está en el mundo, porque podemos buscar en el mundo nuestro sentimiento, saber quién somos, que la gente sepa quién somos; ser. Si ser es lucir una máscara, ya sea cómica o trágica (en el sentido griego de tales términos, en sus raíces literarias), si ser respetable es saber elegir la máscara que procede, una adecuación carnavalesca a nuestras circunstancias y las demandas de las representaciones sociales. Hubo un tiempo en que podría haber hablado de contextos sociales. Pero, ¿cómo se le puede llamar contexto a esto? Son conimágenes, concurrencias gráficas salpicadas de palabras, aderezadas con palabras, remachadas con palabras; son contenidos oníricos prácticamente mudos, son los sueños de Tarzán en la jungla de cristal. Mas basta de nostalgias por tiempos no vividos, yo no soy el pasado, soy el futuro. Pero, ¿qué se puede hacer, escribiendo, sino lamentar que ya no hay palabras en el mundo para este ser? ¿Puede una mente acostumbrada a los quince minutos de concentración, entre pausa publicitaria y pausa publicitaria, llegar a concentrarse el tiempo que requieren palabras que hablen en contextos y no en conimágenes? Escribir en Madrid ya no es llorar. Escribir en Occidente, es llorar. Las máscaras trágicas ya no interesan a nadie, aunque Delfos ha establecido franquicias en cada esquina, como Starbucks. Las palabras sudadas huelen mal sin un desodorante 24 horas. Las palabras reídas deleitan, mas no curan muchos males, y eso es poco provecho cuando todo el mundo es susceptible de que en algún lugar u otro digan que es un enfermo. Somos todos unos enfermos. ¿Podrá decir nadie, de las letras que yo sangre, que son como el jilguero entre las ramas, el estanque entre las rocas o el sol entre las nubes?

19
Dic
08

El corro de la patata

El corro de la patata danza y gira en torno a las cosas, las cosas verdaderas, y canta y ríe sus canciones y sus chistes tristes como la vida misma, canta y ríe porque no sabe llorar, y en el centro las cosas permanecen con la belleza de un animal marino, en su inalcanzable profundidad su misteriosa conciencia sabe que es frágil e invulnerable a un tiempo, mientras pasamos en torno cantando, girando, danzando, riendo.
Acércate y acaríciame. Verás que bajo el pringue de mi tacto gelatinoso se esconde una luz que no ha cambiado desde el inicio de los tiempos. Que nunca se apagará.
Busco esa luz, la busco incansablemente, y cuando la pierdo las tinieblas se ciernen sobre mí. Cae la noche en mi alma, mi alma duerme, y yo desespero sin saberlo, al grito mudo de mis entrañas.
Así pasan los días, cantando, girando, danzando, riendo, escribiendo, en las sombras. Así pasan otros días, acariciado por una luz tenue. Todo pasa, y no queda nada, porque la luz no es materia, aunque algunas veces abramos el buzón y encontremos una lista de números en un sobre que nos dice que algunas luces se pagan; lo que se paga no tiene valor, y lo que tiene valor, nada es.
Ten el valor de acercarte y acariciarme.




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Cinco libros

La Historia Interminable, de Miachel Ende
El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien
Tres amigos, de Myron Levoy
La ley de la calle, de Susan E. Hinton
Volverás a Región, de Juan Benet